domingo, 5 de agosto de 2012

Vida; Flor; Inmortalidad.


La percepción de nuestra vida se basa en quienes nos acompañan en el viaje. Todos tenemos un “porque” y debemos resolverlo, ya que se nos cuestiona a cada momento. Hay quienes adquieren cierta habilidad para conocerlo mas rápido que, y es por eso que les extrañamos. Y es que al encontrarlo, nos despedimos con una sonrisa que ni siquiera ese regalo que el abuelo nos colocaba debajo del árbol de navidad, esperando la magia prometida, nos podía sacar; una sonrisa sin fanatismo ni fuerza de tensión, La carne se enfría solo para retratarnos y somos tan ricos ganando en belleza interior, que los animales y la tierra nos utilizan para embellecer un terreno.

Somos inmortales, y no es de esperar que para pasar toda una vida teniendo una rutina, sino porque las flores que crecen por encima de nuestra encrucijada entre la tierra y las estrellas, son cada vez más bellas. Servirán pues, para que un muchacho, que nunca nos conoció, enamore a la mujer de sus sueños, o para que una hija desee también con una sonrisa, que su madre mejore de salud, postrada en la cama de un hospital.

Somos inmortales, porque el cielo grita que se rejuvenezcan las sonrisas, que demos pasos cada vez más grandes y que logremos saltar cada vez más lejos de longitud, y recorrer el mundo por facilitar la alegría a alguien que no conoce esos momentos en que se acalambran los músculos, se respira menos y se olvida todo.

¿Cuánto sonreiríamos si nos pagaran por hacerlo? ¿Cuánto más o menos si tuviéramos que pagar por hacerlo? Muchos se han preguntado que es lo que realmente hacen caminando con la sonrisa en el rostro, pero es el mismo significante retórico que preguntarnos porque enamoramos regalando esa flor. ¿Robamos la alegría, o la tomamos prestada de encima de cualquiera que ya cumplió su “porque”? Debemos mucho, y no pagan ni pagamos por hacerlo. Práctica y teóricamente analizado, hay que sonreír. Es la mejor conclusión que le podemos dar a la vida, o a la flor, o a la inmortalidad.

Pelemos los dientes.

Dilemas de una Hoja volteada

Dilemas de una Hoja volteada

Vivimos a diario una persecución de nuestras acciones, pensando si quizá tomamos una decisión que termine por desplazar un ideal y hasta el sentimentalismo que le confiamos a lo que vemos y queremos.

Los logros son una perspectiva que le damos a nuestras acciones, y el secreto – por adelantado – es ver todo lo que hacemos por decisión unánime de mente y corazón, como un logro positivo. Ahora bien, si todo es bueno, ¿en donde están las caídas? ¿En donde están los sueños rotos y frustrados? Probablemente aun estén en nuestra cabeza y por lo tanto es totalmente necesario tener un ideal insípido que hemos buscado, mas nunca hemos encontrado, así buscarlo con el corazón y no por su “olor”.

El punto se encuentra en lograr dar vuelta a la hoja, ver a trasluz ese mensaje subliminal que nos dejan los tragos amargos, a abrirnos a nuevas perspectivas y dar credibilidad a nuestro cometido de tomar una forma involuntaria, no conveniente y que por lo tanto dejamos de buscar. Es decir: si no salió bien, hicimos todo a nuestro alcance, y no funciona, de hecho reconocer que si funciono. Nos muestra algo: no es conveniente.

Ahora, reconocer cuando simplemente no conviene, o no se da porque no nos entregamos, no será difícil si sabemos claramente lo que buscamos, ya que si nos entregamos totalmente, de inmediato tendremos nuevas oportunidades, o acaso llamarles nuevas perspectivas, ya que la mayoría de veces se encuentran en gama frente a nosotros, y nos cegamos por simple capricho de ve únicamente ver lo que deseamos.

Dormir es solo el tercer paso, ya que si nos estamos entregando, disfrutaremos de esa aventura y nos llevará a soñar. Probablemente pensemos que cerrar los ojos significa miedo, cuando realmente es la mejor manera de informarnos que todo va bien, cuando conseguimos lo deseado con mucho esfuerzo.

El reto ahora queda con una incógnita: ¿dormiremos mientras lo buscamos?